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María Belén

6 ene 2019

Personajes estampados: Tobías Ward

Acuarela + collage digital

Objetos de Tobías Ward
Sublimación sobre acrocel
























El personaje nace de la experiencia que relato en el párrafo siguiente. Reúne atributos de lectores y visitantes de la librería donde trabajo. La experiencia ha sido el motor para dibujar. Sin embargo, los atributos de cada lector le han dado vida al personaje y no hay rastros de la escena que cuento en la imagen final. Hay ciertos indicios en la imagen que permiten construir una nueva historia, dejo que la imaginación del observador los asocie libremente.


­De pronto vi a contraluz la figura de alguien que se recortaba en esa mañana fría de otoño. Buceaba en la biblioteca, y si intentaba seguir sus movimientos, desaparecía el tiempo y el sonido ambiente. A una distancia prudencial me debatía entre acercarme y ofrecerle mi ayuda (lo cual dudaba fuera necesaria) o seguir contemplando la escena. Dar un paso hacia él era como acceder a un lugar sin invitación previa, y romper el silencio con una pregunta, acabar definitivamente con ese encantamiento en el que parecía flotar. De repente el sonido de la caja registradora me ancló al presente, y recordé, que, en definitiva, era vendedora, que debía hacer un paréntesis con ese estado de ensoñación, y avanzar hacia mi objetivo con decisión. El lector se volvió hacia mí, capas de profundidad asomaron en su mirada, con voz calma consultó por un título, y como el hombre más agradecido del mundo, se alejó por la puerta de entrada.
Pasaron más de cuatro años y aún hoy cierro los ojos y puedo reconstruir la escena, vuelvo a ese silencio, y me parece que ha sido una de las experiencias más conmovedoras, un encuentro profundo, un atisbo de vida interior. Recuerdo que leí el título pedido por dos razones, la primera, el nombre era muy sugerente, y la segunda, me prometí que si volvía el lector, iniciaría una conversación acerca del libro, necesitaba descifrar quién era aquel hombre, y quizás unas líneas del texto pedido serían la clave. Ése es uno de los instantes que más atesoro como librera, donde deseaba ser una espectadora más y por nada del mundo interrumpir ese diálogo interior de alguien que parecía abierto a todas las letras, navegaba entre ellas, con soltura, flexibilidad, hacia un horizonte lleno de promesas.